Amebiasis: causas, síntomas y tratamiento

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La amebiasis es una infección parasitaria en la que, aunque tienda a localizarse en los intestinos, la ameba puede desplazarse a otros órganos y provocar patologías graves.

La amebiasis es una de las infecciones parasitarias más frecuentes en el mundo, con un especial impacto en los países menos desarrollados. La mayoría de los casos de esta enfermedad se diagnostican en las regiones pobres del mundo, donde es la tercera causa de muerte, solo por delante de la malaria y la esquistosomiasis.

La ameba, un parásito unicelular que analizaremos más adelante, responsable de esta enfermedad infecta cada año a más de 50 millones de personas. De estas, unos 5 millones son los que desarrollan la patología y, de ellos, alrededor de 100.000 personas mueren.

De todos modos, en América Central y América del Sud, esta enfermedad tiene una prevalencia endémica, es decir, está instaurada en la comunidad. En México, Ecuador y Brasil, por ejemplo, se detectan cada año entre 1 y 5 casos de amebiasis por cada 100 habitantes.

Esta es una incidencia bastante elevada para una enfermedad que, técnicamente, está asociada a los países en vías de desarrollo. Y es que el clima y otras condiciones hacen que la ameba encuentre en estas regiones un buen hábitat para propagarse. Por ello, en el artículo de hoy analizaremos las causas, síntomas y tratamientos asociados a esta enfermedad.

¿Qué es la amebiasis?

La amebiasis es toda aquella patología que surge después de una infección por parte del parásito “Entamoeba histolytica”. Este microorganismo patógeno es una ameba, es decir, no es ni una bacteria ni un virus. Es un protista.

Estos protistas, aunque compartan características de los animales, de las bacterias, de las plantas y de los hongos, son seres vivos que conforman un reino propio. Dentro de estos protistas, hay miles de organismos distintos, como por ejemplo las algas. Y también tenemos a las amebas.

Las amebas son organismos unicelulares de forma irregular con su “marca representativa” de moverse mediante un flujo interno de citoplasma, el contenido intracelular. Se encuentran de forma natural en el suelo y especialmente en hábitats acuáticos, donde suelen vivir de forma libre alimentándose de bacterias o materia orgánica en descomposición.

Algunas especies, sin embargo, pueden comportarse como patógenos, como es el caso de “Entamoeba histolytica”, la cual se puede transmitir entre personas e infectar nuestros intestinos. Muchas veces, la ameba no provoca ningún síntoma. Sin embargo, hay ocasiones en las que sí que desarrolla una enfermedad intestinal e incluso puede llegar a otros órganos vitales, en cuyo caso sí que puede poner en peligro la vida. Afortunadamente, hay tratamiento disponible.

Causas

La causa de la amebiasis es el contacto directo con heces que contengan la ameba, pues permitimos así que este microorganismo entre en nuestro aparato digestivo y colonice el intestino grueso (colon), donde empieza la infección.

Normalmente el contagio se produce por el consumo de agua y alimentos contaminados con restos de heces de una persona enferma y por el contacto directo con una persona infectada (generalmente por contacto anal o, en ocasiones, por besos o prácticas sexuales), aunque la transmisión alimentaria es la causa más frecuente.

Además, se tienen que reunir unas condiciones climatológicas y de infraestructuras concretas que permitan el crecimiento, reproducción y desarrollo de esta ameba, las cuales se dan especialmente en todo el continente africano, India y algunas regiones anteriormente mencionadas de América Central y América del Sur.

De todos modos, si bien es cierto que el clima es importante, la amebiasis solo tiene una incidencia alta cuando en un país no se respetan (o no se pueden garantizar) unas condiciones higiénicas adecuadas. Mejorando el sistema de potabilización del agua, estableciendo reglas estrictas en la industria alimentaria, cuidando la higiene personal, garantizando unas viviendas dignas, incorporando buenos sistemas de alcantarillado, utilizando sistemas de tratamiento de residuos…

De estas maneras se puede prevenir la propagación de una enfermedad que, como hemos dicho, no aparece en todas las personas que son infectadas por la ameba. Las personas que cumplen con los siguientes factores de riesgo tiene más probabilidades tanto de padecer la enfermedad después del contagio como de que esta derive en complicaciones graves: personas inmunodeprimidas, enfermas de cáncer u otras patologías terminales, alcohólicos, ancianos, embarazadas, desnutridos, etc.

Síntomas

Como hemos dicho, sufrir la infección por la ameba es condición imprescindible pero no suficiente para desarrollar la amebiasis. De hecho, en aproximadamente el 90% de los casos, el parásito no da muestra alguna de su presencia en el intestino grueso.

De todos modos, hay personas que sí sufren la enfermedad, la cual tiende a tener una naturaleza gastrointestinal y a expresarse entre una semana y un mes después del contagio. La amebiasis intestinal aparece cuando el parásito invade las paredes del colon, las irrita y provoca diarrea acuosa y con mocos, flatulencias, dolor en el recto durante la defecación, pérdida de peso involuntaria, dolor abdominal, fatiga, heces con sangre… La fiebre raramente se observa.

En la mayoría de personas, el cuadro clínico se limita a estos síntomas. Sin embargo, las personas de los grupo de riesgo anteriormente mencionados tienen más probabilidades de que la amebiasis intestinal derive en complicaciones más graves: colitis necrotizante (muerte celular del intestino grueso), diarrea crónica, obstrucción intestinal, perforación intestinal, desarrollo de úlceras, etc. En algunas personas, estas condiciones pueden resultar fatales.

Pero el verdadero problema llega en las personas en las que la ameba es capaz de pasar de los intestinos al torrente sanguíneo y de ahí diseminar a otros órganos, usualmente al hígado. Cuando la ameba llega a este órgano, provoca una patología similar a la hepatitis que cursa con fiebre, escalofríos, dolor abdominal, aumento del tamaño del hígado, dolor al palpar la zona del hígado, vómitos, ictericia (coloración amarillenta de la piel) y, en ocasiones, shock séptico y muerte.

No es común pero la ameba también puede viajar a órganos como los pulmones o el cerebro. En estos casos, como es evidente, el desenlace suele ser fatal. Pero hay que tener en cuenta que esto solo sucede en raras ocasiones.

Diagnóstico

Ante estos síntomas y, especialmente si se vive en un país donde la amebiasis es endémica o se ha viajado recientemente a uno de estos lugares, habría que solicitar atención médica. Lo primero que hará el médico es una exploración física, intentando descubrir dolor abdominal o un aumento del tamaño del hígado, cosa que puede detectar mediante una palpación.

Para confirmar el diagnóstico o en caso de que se tengan dudas, se realizarán pruebas y exámenes de diagnóstico. Estas consistirán en tomar una muestra de sangre para detectar la presencia de la ameba, un examen coprológico en el que se buscan antígenos del parásito, visualización por microscopio para visualizar las amebas en las heces y una exploración de las paredes del intestino grueso (colon) para detectar el posible daño a las paredes de este.

Una (o algunas, en caso de que no den resultados concluyentes) de estas pruebas ya suele ser suficiente para diagnosticar la amebiasis. En caso de que la persona sea positiva, se iniciará el tratamiento.

Tratamiento

El tratamiento dependerá de la localización de la ameba, de la edad del paciente, del estado de salud general, de la presencia o no de otros parásitos en los intestinos, de la gravedad de la patología, etc.

En caso de que a la persona se le haya detectado la infección pero no presente ningún síntoma (algo poco común ya que normalmente solo se acude al diagnóstico cuando hay la enfermedad), el fármaco paramomicina suele ser la opción principal para eliminar el parásito.

Para las personas que están sufriendo una amebiasis intestinal más o menos grave, el metronidazol es el medicamento que se suele administrar. Más del 90% de los pacientes responden bien al fármaco y superan la infección sin mayores complicaciones.

En caso de que la ameba haya migrado a otros órganos, se sigue administrando metranidazol, aunque su efectividad no es tan alta y por ello hay que complementarlo con un cuidado especial del órgano en el que se encuentre la ameba, ya sean el hígado o los pulmones. El tratamiento dependerá del órgano al que haya migrado el parásito. Cuando ha migrado al cerebro, el tratamiento ya es mucho más complicado, aunque, recordemos, esto es muy poco común.

El metronidazol es un antiparasitario muy potente, por lo que pueden haber efectos secundarios. De todos modos, tienden a ser leves en la mayoría de pacientes. En caso de que se crea que no es conveniente para la persona, normalmente se recetan antibióticos, los cuales, pese a que las amebas no son bacterias, pueden resultar efectivos para el tratamiento de la enfermedad.

También hay que tener en cuenta que muchas veces esta enfermedad viene acompañada de vómitos recurrentes, por lo que los medicamentos no pueden administrarse por vía oral ya que se expulsarían antes de que pasaran al torrente sanguíneo. Por ello, es frecuente que los fármacos se introduzcan al cuerpo por vía intravenosa, al menos hasta que los vómitos desaparezcan.

Es importante recalcar que cuando se sufre una amebiasis y se tiene diarrea, por muy agresiva que esta sea, no habría que consumir medicamentos antidiarreicos, pues estos pueden empeorar notablemente la sintomatología y el pronóstico. Lo mejor es acudir al médico y tratar la infección en sí, no la sintomatología.