Raquel Navarro bebió su café de la mañana, se despidió de su marido con un beso y salió corriendo de su casa de ladrillos, ubicada en un suburbio al norte de la capital española.
El exitoso negocio de organización de eventos que tuvo durante una década se desmoronó cuando la crisis financiera azotó Europa. Navarro, después de dejar a sus dos hijos en la escuela, abordó el metro para llegar a su nuevo trabajo, de secretaria, el cual necesita con desesperación y desempeña por un sueldo apenas superior al salario mínimo.
Momentos más tarde que ella, su marido, José Enrique Álvarez, salió por la puerta de su casa para dirigirse a una charcutería donde trabaja. Álvarez, de 56 años, alguna vez fue el director de recursos humanos en un vivero español; lo despidieron, junto con la mitad de los trescientos trabajadores de la empresa, por recortes de personal.
Después de décadas de vivir con las comodidades en la clase media alta de España, la pareja se enfrenta a una decaída. La economía de España, como la del resto de Europa, está creciendo más rápido que antes de la crisis financiera de 2008 y se están generando empleos. Sin embargo, el sueldo de los trabajos que Navarro y Álvarez pudieron conseguir es una fracción del ingreso anual combinado de 80.000 euros que alguna vez ganaron.
Creen que para mediados del año ya no podrán pagar su hipoteca.
“Somos gente que había trabajado para llegar más alto y ahora nos estamos colapsando”, comentó Navarro, mientras comenzaba a llorar. “Parece que la economía está mejorando, pero no para nuestro beneficio”.
Es una situación precaria que están sintiendo millones de europeos.
Desde la recesión de finales de la década de 2000, la clase media se ha reducido en más de dos terceras partes de la Unión Europea, un declive similar al de Estados Unidos y el cual está echando para atrás dos décadas de expansión. Hay más familias de clase media en Europa que en Estados Unidos y enfrentan niveles de vulnerabilidad sin precedentes.
Las personas de clase media, según la definición de economistas, ganan entre dos terceras partes y el doble del ingreso medio de su país. Para ellas, el riesgo de caer de estrato es mayor que la probabilidad de ascender.
“El progreso de la clase media se ha detenido en la mayoría de los países europeos”, dijo Daniel Vaughan-Whitehead, economista sénior de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ubicada en Ginebra. “Su situación se ha vuelto más inestable y, si algo sucede en la familia, es más probable que caigan y se queden abajo”.
Los obstáculos que enfrentan para poder mantener su estatus, o para recuperar el terreno perdido, son más grandes debido a la dinámica laboral posrecesión. La pérdida de empleos con ingresos medios, el debilitamiento de las protecciones sociales y la disparidad del puesto con las habilidades de quien lo realiza han reducido la movilidad económica y han agravado la desigualdad de ingresos. La automatización y la globalización están ahondando las divisiones.
Tradicionalmente, las redes de seguridad social en Europa han ofrecido protección, pero estas se han desgastado por las políticas de reducción del déficit de la Unión Europea. El descontento populista de Europa se explica, en parte, por el desmoronamiento de esas redes.
“Los políticos no han establecido medidas para que los que estamos en el medio podamos recuperarnos y somos un grupo cuantioso”, dijo Navarro.
“Lo que me sucedió le ha sucedido a mucha gente que conozco”, comentó, y citó a amigos y vecinos. “Cuando nos reunimos, nos llamamos los Invisibles. Somos los olvidados”.
Pareciera que esto no debería suceder en España. Los europeos encargados de impulsar políticas celebraron al país como un modelo a seguir para la recuperación, después de haberse apretado el cinturón para salir de una recesión profunda. La economía resucitó gracias a reformas laborales impulsadas en 2012 que les dieron más flexibilidad a los empleadores para despedir y contratar.
En 2018, la economía de España creció más rápidoque la de Francia y Alemania; a un tres por ciento anual. En enero pasado, el desempleo cayó a un 14,4 por ciento, la tasa más baja en una década y un porcentaje considerablemente menor al 27 por ciento que había en 2013.
Entrevistas con más de una decena de trabajadores revelaron una desilusión arraigada respecto de la recuperación y la calidad de los trabajos derivados de ella.
Los cambios en las leyes laborales debilitaron las protecciones en los empleos y también los ingresos. Como había millones de personas en busca de trabajo, los empleadores podían ofrecer salarios más bajos, lo cual provocaba que fuera más difícil para la gente recuperar o mantener su nivel de vida.
David Jiménez y su pareja, Raquel Murillo, están en una situación similar a la de Navarro y Álvarez. Sus finanzas se han visto muy afectadas desde 2017, cuando Jiménez, de 45 años, se quedó sin su trabajo como electricista sénior en la fábrica de PSA Peugeot Citroën; la empresa hizo rondas de despidos respaldándose en las nuevas reformas laborales y eliminó cuatrocientos puestos.
Murillo, de 47 años, gana 2000 euros al mes como maestra vocacional; Jiménez, quien antes ganaba 1600 euros al mes, ahora contribuye con lo que gana por desempleo, pero esos fondos están por terminarse.
“Acepto cualquier tipo de empleo”, dijo Jiménez. “Me queda claro que lo que sea que consiga no va a ser tan bien pagado como lo que tenía antes”.
No parece que la brecha entre la gente que está cayendo y los que siguen en la cima vaya a reducirse pronto. La desigualdad de riquezas entre las familias de ingresos bajos y medios y las de ingresos altos están en un nivel máximo histórico, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El ingreso medio de las familias de la clase media también cayó, en especial en el sur de Europa, lo cual afectó el poder adquisitivo y aumentó el descontento que ha generado protestas populistas, como el movimiento de los chalecos amarillos en Francia. En España, la polarización política está creciendo y, hace poco, Vox, un partido nacionalista de ultraderecha, ganó escaños parlamentarios en Andalucía, la región más grande del país.
El presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, llegó al poder a mediados de 2017 con una coalición minoritaria. Su gobierno ordenó un aumento del 22 por ciento en el salario mínimo y ha prometido dar marcha atrás a algunas leyes laborales, aumentar el gasto social y elevar los impuestos a las empresas y a los ricos. No obstante, el proyecto de presupuesto fue rechazado por el parlamento y Sánchez tuvo que convocar elecciones anticipadas para abril.
Aunque algunos trabajadores españoles pueden encontrar trabajos con una paga similar o mejor, la gente con habilidades intermedias es más vulnerable.
“Podrían encontrar un peor tipo de empleo y entonces quedarse sin dinero en el bolsillo debido a los ingresos reducidos”, comentó Stefano Scarpetta, el director de Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales de la OCDE. “Se ha vuelto mucho más difícil ser parte de la clase media”.
Los jóvenes enfrentan todavía más obstáculos. La actual generación de europeos jóvenes no tiene cómo contemplar vivir como lo hacían sus padres de clase media debido a la escasez de empleos estables y la creciente prevalencia de contratos temporales o de medio tiempo que dividen la paga según semanas, días u horas.
Esos contratos estaban pensados para generar experiencia, pero muchas compañías las usan para evitar darles más prestaciones a ciertos empleados. Tan solo en España, el 90 por ciento de los nuevos empleos creados en 2017 fueron temporales; de acuerdo con la organización Caritas, un tercio de esos trabajos tenían una duración menor a una semana.
vía:nytime.com