Los primeros seis meses de López Obrador en la presidencia de México han sido sumamente entretenidos. Es comidilla todos los días porque tan segura como la salida del el sol son sus declaraciones para descalificar adversarios y profundizar la división social, receta que no ha de cambiar porque puntea bien en las encuestas.
Lo de padecer vergüenza ajena por misivas como la que dirigió al rey de España y al papa Francisco, pidiéndoles que presentaran disculpas por las atrocidades de la conquista española; o como la que acaba de enviar al presidente Donald Trump, que el ex canciller izquierdista Jorge Castañeda ha tildado de “patética y ridícula”; son cosas de sectores ilustrados.
Para las masas sigue siendo presidente ideal, tan así que se sienten muy bien conque en lo que va de su mandato no haya puesto un pie fuera de su país, porque sostiene que la mejor política exterior es la interna y que está muy ocupado atendiendo los problemas locales.
En la carta que ha dirigido a Trump ha dado un notición sobre el futuro de sus compatriotas, que lejos de buscar desesperadamente cruzar la frontera norte en busca de mejor vida, harán lo contrario:
“No está de más recordarle que, en poco tiempo, los mexicanos no tendrán la necesidad de acudir a Estados Unidos y que la migración será opcional, no forzosa. Esto, porque estamos combatiendo la corrupción, el principal problema de México ¡como nunca! Y, de esta manera, nuestro país se convertirá en una potencia con dimensión social. Nuestros paisanos podrán trabajar y ser felices donde nacieron, donde están sus familiares, sus costumbres y sus culturas”.
Dos son los puntales en los que se sustenta para alcanzar ese fantasioso logro: la lucha contra la corrupción (capítulo en lo que puede presentar como éxito la disminución del robo de combustible, o huachicoleo) y austeridad.
Nadie duda de que en las uñas del los políticos corruptos se quedan muchos recursos que pueden servir para aliviar la pobreza de los más necesitados, y que una sociedad que no pone frente a la corrupción, no va a inspirar a sus ciudadanos, pero además de eso hacen falta políticas de desarrollo económico.
No deben haber fugas ni gastos innecesarios pero con austeridad ningún país se ha desarrollado.
Además de la falta de oportunidades, los mexicanos seguirán emigrando porque el clima de inseguridad que era desastroso antes de la llegada de López Obrador, ahora es peor. El 2018 ha sido el más violento desde la Guerra Cristera en 1932, pero el 2019 pinta peor. México registra 34 homicidios violentos por año.
Esto se agraba con el tema migratorio del que el presidente Obrador es un apadrinador, que por eso dice en su carta a Trump:
“Los seres humanos no abandonan sus pueblos por gusto, sino por necesidad. Es por ello que, desde el principio de mi gobierno, le propuse optar por la cooperación para el desarrollo y ayudar a los países centroamericanos con inversiones productivas para crear empleos y resolver de fondo este penoso asunto”.
Desde su llegada 100 mil centroamericanos cruzan la frontera sur de México cada mes para buscar ingresar a los Estados Unidos, y aunque México devuelve el 15%, las caravanas migratorias representan un grave problema para Estados Unidos, que Trump ha decido encarar penalizando las importaciones que llegan desde México.
Es un desafío que se se resuelve con una clasecita sesgada de historia.
JULIO MARTÍNEZ POZO