Los jóvenes españoles no se van de casa pronto y eso hace que la salud de los progenitores empeore, especialmente el bienestar de las madres. Es la conclusión que se desprende del estudio ‘The impact of adult children living at … home on the well-being of Spanish parents: Evidence from panel data‘ (El impacto de los hijos adultos que viven en casa sobre el bienestar de los padres españoles: Evidencia a partir de datos de panel), publicado en ‘Social Science & Medicine‘ y elaborado por María José Gil-Moltó y Arne Risa Hole, profesores de la Universidad Jaume I (UJI).
Este trabajo ha investigado el impacto de la convivencia entre progenitores de 50 y 75 años con sus hijos adultos en el hogar, evaluando si la huella sobre el bienestar de los padres difiere dependiendo de la edad del hijo, y si el efecto depende del sexo del progenitor. De esta manera, los investigadores han encontrado que existe un impacto negativo en el bienestar de los padres, algo que no sucede cuando éstos conviven con sus sus descendientes de entre 18 y 29 años.
Pero no sólo eso: al analizar el impacto en las madres y los padres por separado, Gil-Moltó y Risa Hole detectaron que el bienestar de las madres se ve especialmente afectado, «sin que haya pruebas de este mismo efecto en los padres», especifican. «El efecto negativo sobre el bienestar de las madres parece estar relacionado con la convivencia con hijos mayores más que con hijas adultas», aseguran.
«La presencia de hijos adultos en el hogar familiar -continúan- contraviene las expectativas parentales sobre la transición de los hijos a la vida adulta, lo que puede generar ansiedad o frustración a los progenitores, más aún cuanto mayores sean los hijos. Según la literatura existente, las madres tienden a responsabilizarse más de mantener los lazos familiares, cuidar de otros miembros del hogar y realizar una mayor parte del trabajo doméstico».
Para llevar a cabo esta investigación, los profesionales se valieron de los datos de la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España. «Estos resultados pueden considerarse una motivación adicional para implementar políticas que favorezcan la emancipación de los jóvenes, no solo por su propio bien sino también por el de sus madres», concluyen.
Independizándose a los 30 años
La realidad es que los jóvenes españoles no lo tienen fácil. Según datos de Eurostat, se emancipan a los 30,4 años, aunque ellas lo hacen antes que ellos (29,4 y 31,3, respectivamente).
Este dato está muy por encima de la media europea, que se sitúa en los 26,3 años. Así, España es el cuarto país de Europa que más tarde se van de casa los jóvenes, sólo superado por Grecia (30,6), Eslovaquia (31) y Croacia (31,8).
En el lado opuesto se sitúan los finlandeses, cuyos jóvenes son los primeros en irse de casa a los 21,4 años. Les siguen Suecia y Dinamarca (21,8), Estonia (22,8) y Países Bajos (23,2).
Según el Consejo de la Juventud, los bajos sueldos, la dificultad para encontrar un puesto de trabajo o el riesgo de exclusión social son algunas de las razones que impiden a los españoles emanciparse sin sobreendeudarse.