Cuando la alimentación de los niños no contiene el hierro suficiente, las consecuencias son desgarradoras.
Tardan más en desarrollar el lenguaje, tienen problemas con la memoria a corto plazo, disminuye su capacidad de atención y les va peor en la escuela.
“Puede que nunca lleguen a explotar del todo su potencial físico y mental”, asegura Wolfgang Pfeiffer, director de investigación de HarvestPlus, una organización de Washington que desarrolla cultivos mejorados nutricionalmente.
“Si sufren carencias durante la infancia, de adultos aprenden un 20% menos”, añade.
En las zonas más pobres de la India y de China, millones de niños tienen problemas por falta de hierro.
Y se estima que en el sur de Asia el 50% de las mujeres embarazadas tienen deficiencia de hierro, algo que también es frecuente en América del Sur y en África subsahariana.
Pero el hierro es solo uno de los ejemplos. Hay varias docenas de micronutrientes que debemos consumir en pequeñas cantidades pero con regularidad para mantenernos saludables.
Se trata de sustancias como el zinc, el cobre, vitaminas y folatos como el ácido fólico y la vitamina B9.
Se cree que 2.000 millones de personas, el 30% de la población mundial, carecen de uno o más micronutrientes esenciales. Como resultado, muchas tienen problemas de salud graves y de por vida.
Sin embargo, están empezando a aparecer nuevas formas de abordar las deficiencias de micronutrientes como la falta de hierro.
En 2012, la organización HarvestPlus lanzó una nueva versión del mijo perla, un cultivo básico en la India. Conocido como dhanashakti, este mijo contiene niveles mucho más altos de hierro.
En 2017 se comercializó a más de 70.000 agricultores, principalmente en el estado de Maharashtra, donde mucha gente depende de este alimento. Ahora decenas de miles de niños indios consumen este mijo rico en hierro.
Los resultados fueron “fantásticos”, afirma Pfeiffer. “Este alimento mejoró los niveles de hierro y el rendimiento físico y cognitivo de los adolescentes”, explica.
La popularidad del dhanashakti podría hacer que miles de niños crezcan con cuerpos y cerebros sanos.
El mijo perla mejorado es una de las docenas de nuevos cultivos que están creando HarvestPlus y otros grupos de investigación.
Estos cultivos contienen más nutrientes vitales capaces de resistir enfermedades y de sobrevivir a condiciones climáticas extremas, como sequías y olas de calor.
El objetivo es mejorar la salud y el bienestar de las personas más pobres y vulnerables del mundo.
Las alternativas no son suficientes
Tradicionalmente, las deficiencias de micronutrientes se compensaban agregándolos a los alimentos o tomando pastillas.
Por ejemplo, en muchos países se aconseja a las mujeres embarazadas que tomen suplementos de ácido fólico para asegurarse de que obtienen suficientes folatos.
Además, muchos cereales para el desayuno están “fortificados” con hierro y vitaminas.
Pero estas estrategias tienen límites. Si la gente no puede pagar las pastillas o no tiene acceso a una farmacia, seguirán sin obtener los micronutrientes suficientes.
Además, agregar micronutrientes a los alimentos es un proceso constante: a cada lote de cereales hay que añadirle artificialmente la dosis de hierro y vitaminas.
Un enfoque mucho más simple sería tratar la planta a partir de la cual se hace el cereal y asegurarse de que contenga los micronutrientes ya desde el principio.
Este es el pensamiento que conduce a la biofortificación, el proceso de creación de cultivos que tienen niveles inusualmente altos de micronutrientes como el hierro.
“Ahora mismo tenemos más de 300 variedades de todos esos cultivos, presentes en más de 35 países”, dice Pfeiffer, de HarvestPlus. “Ya hay más de 50 millones de personas que consumen esos cultivos”.
Para hacer un cultivo biofortificado, HarvestPlus debe responder a tres preguntas, explica Pfeiffer.
Uno de los mayores éxitos de HarvestPlus fue abordar la deficiencia de vitamina A en África.
Existen varias versiones de la vitamina A, y HarvestPlus consiguió producir cultivos enriquecidos con betacaroteno. Se trata del pigmento naranja-rojo que se encuentra en las zanahorias, las calabazas y los mangos.
En Zambia, por ejemplo, HarvestPlus comercializó maíz biofortificado con vitamina A.
Los niños que comen el nuevo maíz tienen las pupilas más receptivas que los que no lo consumen, lo que sugiere que contribuye a protegerlos contra futuros problemas de visión.
Del mismo modo, ahora algunos agricultores de Ruanda cultivan frijoles fortificados con hierro diseñados por HarvestPlus. Laura Murray-Kolb, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, demostró que estos frijoles reducen la deficiencia de hierro en 128 días.
Dificultades añadidas en Sudamérica
En Sudamérica, este desafío es más complejo que en África o Asia, según Marilia Regini Nuti, directora regional de HarvestPlus para América Latina.
El problema es que no hay un solo cultivo básico del que dependan la gran mayoría de las personas, como es el caso de Zambia con el maíz.
En esta región la gente come arroz, frijoles, mandioca, maíz y una gran cantidad de otros alimentos, y la lista varía notablemente incluso dentro de cada país.
Así, Nuti y su equipo desarrollaron un enfoque distinto, según el cual biofortifican alimentos múltiples a través del cultivo selectivo para influir lo más posible en la dieta de las personas.
Un cultivo menos conocido que demostró ser crucial es el caupí, relacionado con los guisantes y los frijoles.
Es una legumbre, lo que significa que alberga bacterias en las raíces que “fijan” el nitrógeno del aire. Como resultado, el caupí es alto en proteínas.
Hay muchas variedades cultivadas, de las cuales quizás las más famosas sean los frijoles de ojo negro.
“El caupí es muy importante para Brasil porque crece en suelos áridos, donde los frijoles no pueden crecer”, explica Nuti.
Esto hace que sea un alimento crucial en las pobres y secas zonas del noreste del país, por lo que parecía lógico aumentar su contenido de hierro y zinc.
Los esfuerzos en este sentido los lideró Embrapa, una organización de investigación propiedad del gobierno brasileño. Cultivaron y lanzaron tres nuevas variedades de caupí, con niveles de hierro hasta un 40% más altos.
Pero en América del Sur todavía hay una complicación adicional.
Y es que las personas que viven en ciudades a menudo también tienen deficiencias de micronutrientes, a diferencia de otras partes del mundo donde esas carencias se limitan en gran medida a las zonas rurales.
Para ayudar a abordar estas deficiencias, Nuti trabaja con cultivos que pueda utilizar la industria alimentaria.
Por ejemplo, en Colombia ayudó a lanzar maíz biofortificado con zinc. El siguiente paso es usar harina de este maíz para hacer arepas.
Leonardo Silva Boiteux, de Embrapa, también está trabajando en cultivos biofortificados que pueden usarse en alimentos procesados.
Programas como estos pueden lograr mucho. Sin embargo, no basta con crear cultivos que tengan niveles más altos de nutrientes.
Los cultivos de hoy también deben serresistentes a los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor y las sequías —cada vez más frecuentes debido al cambio climático—, y deben ser capaces de combatir enfermedades y plagas.
En busca de garbanzos
Un cultivo con un enorme potencial para soportar condiciones extremas es el garbanzo, particularmente importantes en la India y el Medio Oriente.
El equipo de Douglas Cook, que dirige el Laboratorio de Innovación de Garbanzos con Resistencia al Clima en la Universidad de California en Davis, cruzó variedades silvestres con garbanzos domesticados, con lo que creó una enorme fuente de variación genética que ahora esperan usar para mejorar las variedades existentes.
Están buscando mejorar una larga lista de propiedades, que incluyen tolerancia a la sequía y al calor y resistencia a enfermedades y plagas.
“La sequía afecta a la fijación de nitrógeno, que impulsa las proteínas. Si hay sequía, la producción de proteínas disminuye”, asegura Cook.
En otras palabras, las plantas de garbanzos que no puedan soportar la sequía terminarán produciendo garbanzos menos nutritivos.
Alimentos modificados genéticamente
Todos estos métodos de biofortificación se basan únicamente en el cultivo convencional. Pero los cultivos también se pueden modificar genéticamente.
Se trata de una cuestión controvertida en Europa, donde algunos países prohibieron los cultivos genéticamente modificados por temores de que pudieran tener consecuencias ambientales o sanitarias imprevistas.
Aunque organismos como las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE.UU. consideran los consideran infundados.
En algunos casos, la única forma de lograr una mejora particular es mediante ingeniería genética o métodos modernos de edición de genes.
Es lo que hicieron Dominique Van Der Straeten, de la Universidad de Gante, en Bélgica, y sus colegas para aumentar el contenido de folatos del arroz blanco.
“Una mujer embarazada tendría que comer 12 kg de arroz blanco hervido por día para tener una ingesta suficiente de folato”, asegura Van Der Straeten.
“Se trata de algo absolutamente imposible”.
Primero agregaron dos genes involucrados en la fabricación de folatos a partir de Arabidopsis thaliana, una planta que se usa a menudo en los estudios de laboratorio.
Luego “sobreexpresaron” estos genes, volviéndolos más activos.
El resultado fue semillas de arroz con niveles de folatos hasta 100 veces más altos que el arroz blanco común.
Sin embargo, esto no fue suficiente, porque los folatos se descomponían cuando el arroz se almacenaba durante varios meses, por lo que el equipo siguió aplicando ingeniería.
Una combinación de cuatro genes solucionó el contratiempo.
“Conseguimos estabilizar los niveles de folato e incluso llegar a niveles aún más altos, porque ahora tenemos prototipos de líneas de arroz que contienen hasta 150 veces más folatos que el arroz de tipo salvaje”, explica Van Der Straeten.
Las embarazadas solo necesitarían comer 150 gramos de este arroz blanco hervido para obtener suficientes folatos.
El equipo intentó hacer algo similar con las papas, en las que logró aumentar 12 veces los niveles de folatos. No es tan “espectacular”, reconoce Van Der Straeten, pero “no está nada mal”.
El siguiente paso es cruzar las variedades hechas con ingeniería con variedades locales adaptadas a las condiciones ambientales de la zona para producir una versión que se pueda cultivar en la India y otros países.
Un intento anterior de biofortificación por ingeniería genética, un “arroz dorado” diseñado para tener altos niveles de vitamina A, se convirtió en el centro de las protestas de Greenpeace y otros grupos.
Sin embargo, en febrero de 2019 el ministro de Agricultura de Bangladesh anunció que pronto se aprobaría el arroz dorado para que se consumiera a gran escala en el país.
“Si el arroz dorado acaba cultivándose y se ve realmente que la gente se salva de la ceguera gracias a su consumo, sería un punto de inflexión para el todo el sector y con suerte mejoraría también la aceptación que tiene en Europa”, dice Van Der Straeten.
A medida que aumente el contenido de dióxido de carbono de la atmósfera, se cree que los cultivos tendrán niveles más bajos de proteínas, hierro y zinc.
Según un estudio publicado en agosto de 2018, esto podría causar que 175 millones de personas más tengan deficiencia de zinc y 122 millones de personas más, carencia de proteínas.
La biofortificación de cultivos básicos podría ayudar a frenar el perjudicial efecto de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y asegurar que los avances para eliminar el hambre no se reviertan.
Fuente: www.bbc.com