En la fiesta de Todos los Santos, Francisco habla de la santidad como un don y un camino que puede cambiar nuestras vidas siempre que se acoja con responsabilidad y esfuerzo, pues solo podremos así, “unidos por el amor de Dios”, emprender el camino. hacia la santidad.
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La santidad es un don y un camino. En esta idea se centra la reflexión del Papa, este 1 de noviembre, en el que la Iglesia celebra la solemnidad de Todos los Santos. Asomado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, Francisco, ante miles de fieles y peregrinos reunidos en una Plaza de San Pedro algo nublada y lluviosa recuerda que la santidad es un don de Dios, «es un regalo que no se puede comprar «, lo hemos recibido en el Bautismo, y al dejarlo crecer en nosotros puede cambiar completamente nuestras vidas.
“Los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido”.
Santos “de la puerta de al lado”
Sin ir muy lejos, el Santo Padre está convencido de que, en algún momento de nuestras vidas, hemos conocido a alguno de ellos, “santos de la puerta de al lado” los llama, para describir a personas generosas, justas, que se toman. en serio la vida cristiana y que, con la ayuda de Dios, han correspondido al don recibido y se han dejado transformar día a día por la acción del Espíritu Santo.
“La santidad es un don que se ofrece a todos para tener una vida feliz. Y, al fin y al cabo, cuando recibimos un don, ¿cuál es nuestra primera reacción? Precisamente que nos ponemos felices, porque significa que alguien nos ama; el don de la santidad nos hace felices porque Dios nos ama».
Mantener y perfeccionar la santidad
Francisco subraya que un don debe ser acogido con responsabilidad porque está llamado a “dar una respuesta”, es una invitación a esforzarse para que no sea “desperdiciado”. Refiriéndose al Concilio Vaticano II, el Papa destaca que todos los bautizados han recibido la misma llamada a «mantener y perfeccionar con su vida la santidad que han recibido». Y esta es la segunda característica de la santidad: el camino.
“La santidad es también un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros, unidos a esos excelentes compañeros de ruta que son los Santos”.
Los santos son nuestros hermanos mayores.
Los santos son nuestros hermanos y hermanas mayores con los que podemos contar, asegura Francisco: “Nos sostienen cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque deseamos nuestro bien”.
Al poner la vida de los santos como ejemplo, el Pontífice invita a unirnos a sus oraciones de las que recibimos ayuda, a unirnos en comunión a ellos de manera fraterna.
¿Siento Santos cerca de mí?
Como siempre el Papa propone algunas preguntas para reflexionar y ahondar en la propia fe:
“La santidad es un camino y un don. Entonces, podemos preguntarnos: ¿recuerdo que he recibido el don del Espíritu Santo, que me llama a la santidad y me ayuda a llegar a ella? ¿Agradezco al Espíritu Santo por el don de la santidad? ¿Siento a los santos cerca de mí, hablo con ellos, me dirijo a ellos? ¿Conozco la historia de algunos de ellos? Nos hace bien conocer la vida de los santos y motivarnos con sus ejemplos. Y nos hace muy bien dirigirnos a ellos en la oración”.
Y con estas palabras, el Santo Padre, antes del rezo mariano, se dirige a la Virgen, Reina de todos los Santos, para que nos haga sentir la alegría del don recibido y aumente en nosotros el deseo de la meta eterna.
Rezar por los pueblos en guerra
El Papa, en sus saludos tras el rezo mariano del Ángelus, vuelve a hablar de las guerras que afligen al mundo de hoy, pidiendo no dejar de rezar por los pueblos que las viven.
«Y sigamos rezando por los pueblos que sufren las guerras de hoy. No olvidemos la atormentada Ucrania, no olvidemos Palestina, no olvidemos Israel, no olvidemos tantas otras regiones donde la guerra es todavía demasiado fuerte».