El arte mundial está de luto, con la muerte del pintor y escultor colombiano Fernando Botero, conocido por la voluptuosidad típica de sus figuras y el uso del color de una forma vibrante.
El maestro, considerado el más importante de la historia de Colombia y uno de los más reconocido en el planeta, tuvo que ser ingresado recientemente por complicaciones de salud, de las que él prefirió recuprarse en la tranquilidad de su hogar, en el principado de Mónaco, donde falleció este viernes.
El fallecimiento del artista, cuatro meses después que su esposa Sophia Vari, fue confirmado inicialmente por el periodista de la W Radio, Julio Sánchez Cristo, quien recordó que ya en los últimos días el maestro había presentado un quebranto de salud que obligó a buscar asistencia médica.
De acuerdo con Sánchez Cristo, Botero se vio afectado por una neumonía por la que tuvo que ser atendido en un hospital. Pese a las complicaciones de salud, el director de la W Radio conoció que el pintor antioqueño prefirió continuar su recuperación “en la tranquilidad de su casa”, en donde continuó pintando hasta la semana pasada.
Sus esculturas se imponen en importantes lugares del mundo, en países como Estados Unidos, España y Francia.
Sus obras, sean pinturas o grandes esculturas, están regadas por importantes capitales. Por ejemplo, ‘El pene de su Adán’, está en el Time Warner Center. Mientras que su exuberante doncella reposa en Cartagena.
Solía ser conocido como “el pintor de las gordas”, pero lejos de lo que cree la mayoría, Botero tenía interés en ir más allá y su interés era desarrollar las consecuencias y el valor plástico del volumen en el cuerpo humano, un animal o un objeto.
De todos los cuadros que pintó Fernando Botero en su vida, hubo uno que retrató su más inmenso dolor y que le arrancó las lágrimas más profundas, Pedrito a Caballo.
En unas vacaciones en 1974, cuando iba con su familia en el carro entre Sevilla y Córdoba, un camión perdió el control y los estrelló. Su hijo Pedrito, de 4 años, murió inmediatamente y el pintor perdió la falange del meñique derecho.
El dolor que le produjo la muerte del niño fue tan desgarrador que duró encerrado durante meses en su estudio en París solamente pintándolo. Su segundo matrimonio con Cecilia Zambrano no pudo sobrevivir a la tragedia. El maestro solía decir que el mejor cuadro que ha hecho en su vida es ese retrato que está en el Museo de Antioquia. Y que por eso la pintura es sagrada para él, pues es “una tabla de salvación en medio de los dramas”.
“La pintura, además de presentar al niño en un caballo de juguete, muestra en los ángulos inferiores dos dolorosas escenas: la del padre viendo a su hijo muerto, y la de los padres de luto en la casa vacía”, señala el museo.
Botero comenzó su carrera artística a temprana edad, y a los 19 años ya había ganado varios premios en concursos de pintura. En 1952 viajó a Europa para estudiar en la Academia de San Fernando de Madrid y en la Academia de San Marcos de Florencia.
Horas antes de confirmarse el fallecimiento de Botero, se empezó a mostrar en Murcia (España) la exposición «Sensualidad y melancolía».
Dicha muestra retrata la evolución artística de Botero a través de obras de diversas épocas que van desde los años 70 hasta creaciones más recientes.
Adió al maestro que dejó “regadas” por importantes capitales sus obras en pintura y escultura.