Ciudad de México.- Los relevos en los gobiernos populistas, entre el líder saliente y su sucesor, aun cuando sea designado, no son fáciles, asegura María Esperanza Casullo (Neuquén, 1973) la politóloga argentina autora de libros como «¿Por qué funciona el populismo?» (2019) y «El populismo en América Central» (2023), ambos editados por Siglo XXI.
«Veremos que sucede en México», afirma en entrevista la doctorada en Gobierno en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos.
En sus libros, Casullo analiza la genealogía del populismo, su efectividad para ganar elecciones, su casi imposibilidad para perdurar más allá de una década y su frecuente derivación hacia el autoritarismo. Ya porque el líder busca aferrarse al poder violando las leyes, ya porque la Oposición responde de la misma manera.
El futuro político latinoamericano será una disputa entre populismos de derecha y de izquierda, respondió la integrante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina en un cuestionario a propósito de su visita a México el mes pasado.
Con la popularidad tan alta de Bukele y de López Obrador, que cada tanto presumen ser el segundo Presidente más popular de todo el mundo, con la posibilidad de que Javier Milei sea Presidente o que Trump vuelva a ser Presidente. ¿Cuál es para usted la fuerza y vigencia hoy del populismo?
El populismo es ante todo una estrategia, una manera de construir poder político, ganar elecciones y mantenerse en el gobierno. No es la única posible, sin embargo, de la manera que funcione es adecuada al momento actual. El populismo genera un colectivo (al que suele llamarse pueblo) mediante la identificación conjunta al sentirse perjudicados o heridos por un villano en común.
Ese pueblo se compone de diversos grupos, que no necesariamente están unidos por ninguna característica objetiva como la clase, la etnia, etc. Sólo es necesario que compartan ese adversario común, por un lado, y la adscripción a un líder que justamente designa ese adversario. . Esta característica hace que la estrategia populista sea adecuada a este momento en donde se debilitaron los grandes clivajes (clase obrera vs. burguesía) y se multiplicaron las identidades. Es muy difícil ahora generar identidades de clase, por ejemplo, y bueno, el discurso populista funciona.
¿Ves usted una nueva ola o un relanzamiento del populismo en América Latina?
Ni una cosa ni la otra. El populismo es una posibilidad siempre latente en las democracias de masas. No es factible que desaparezca, pero tampoco es la única manera de construir poder. Sin embargo, sí puede verse en este momento que Latinoamérica se mueve en una dirección en que la disputa política se está estructurando como izquierdas populistas vs derechas populistas, no como partidos populistas vs partidos no populistas.
¿Funciona el populismo?
Funciona si el objetivo es ganar elecciones y mantenerse en el poder. Genera gobiernos que son bastante resilientes, porque pueden mantener vivo un antagonismo cambiando de antagonista. Hoy se pueden pelear con el grupo X y mañana con el grupo Y. Sin embargo, esa lógica también tiende a su propio agotamiento, porque cada día que pasa en el poder es más difícil convencer a la sociedad de que uno es el «underdog» , el desposeído, el excluido.
En «¿Por qué funciona el populismo?», anota usted: «El modo de representación populista es poderoso pero no invencible; su principal desafío es la institucionalización en la gestión de gobierno. Es muy difícil combinar gestión, institucionalidad, ampliación de derechos, respuesta a demandas sociales y movilización de manera eficaz por períodos más extensos que una década». ¿Se puede concluir que los gobiernos populistas no perduran más de una década?
Yo creo que no se pueden enunciar leyes inevitables en política. Sí puedo decir que los gobiernos populistas que yo estudio han tendido a durar un promedio de diez a doce años. Sin embargo, los hay más cortos, o un poco más duraderos. No duran para siempre, eso es seguro. La propia lógica antagonista se agota. Y hay factores contextuales que ayudan, como ciclos económicos favorables, o que van en su detrimento, como fue la pandemia, en la que las sociedades tendieron a votar en contra de sus gobiernos sea cual fuese su signo. Entonces, a veces vale la pena apostar a la derrota electoral de estos gobiernos aunque no sea en el cortísimo plazo. La Oposición fuerte y la paciencia estratégica son opciones que por ahí tienen más éxito que intentar sacarlos del poder por la fuerza, porque eso galvaniza su apoyo muchas veces.
¿Tras el fin de un Gobierno populista, es posible un cambio que no sea otro Gobierno populista en el sentido inverso?
Sí, es posible. De hecho, sucedió con Mauricio Macri, que le ganó al peronismo en Argentina en 2015, por ejemplo. Lo mismo Joe Biden en Estados Unidos. El problema no es que sea imposible, sino que las condiciones de fragmentación, polarización y multiplicación identitaria de nuestras sociedades hacen un poco más difícil la constitución de identidades fuertes de una manera no populista, ya sea tecnocrática o mediante partidos ideológicos de masa de la vieja. usanza.
¿Por qué será que los gobiernos populistas buscan modificar las leyes electorales que los llevaron al poder?
Los gobiernos populistas en general entran capitalizando una ola de descontento: económico, social, cultural y también con las instituciones. Es importante comprender que la promesa de «cambio» es central a la promesa de estos gobiernos, y que en muchos casos esta necesidad de cambio responde a factores objetivos. Las democracias latinoamericanas ya han cumplido casi medio siglo, pero sus promesas aún no han sido cumplidas. La demanda de cambios es fuerte, y la oposición a estos gobiernos no debería encerrarse en una posición conservadora del status quo por el status quo mismo.
En «El populismo en América Central» señala que el mayor riesgo es el autoritarismo, tanto de los populistas para perpetuarse en el poder, como de la Oposición que puede reaccionar también de manera violenta, ¿significa que el populismo siempre deviene en autoritarismo?
El populismo puede devenir en autoritarismo, como demuestra el caso de Venezuela. También puede no hacerlo, simplemente perder e irse a su casa, como sucedió con el peronismo en Argentina y con el Gobierno de Rafael Correa en Ecuador, que no pudo volver al poder. También es cierto que las peores y más sangrientas dictaduras de Sudamérica fueron responsabilidad de gobiernos que no eran populistas, y que se declamaban liberales. La tentación autoritaria en América Latina permea nuestros 200 años de historia de muchas maneras y con muchos entrecruzamientos entre populismo, liberalismo, tecnocracia, sistemas de partido único, personalismo de viejo cuño.
La democracia requiere ciudadanías vigilantes y movilizadas contra cualquier intento autoritario, bajo cualquier envoltura.
¿Qué pertinencia ve usted de la «democracia directa y popular», en un gobierno populista (en México, el Presidente busca que los ministros de la Suprema Corte sean nombrados por voto popular, por ejemplo)?
Muchos gobiernos populistas han intentado generar mecanismos de democracia directa que refuercen la dirección directa entre líderes y pueblo. Estos mecanismos, sin embargo, en general fracasan en el sentido de que no generan mayor democratización, con excepciones como el caso uruguayo, donde están muy institucionalizados, la ciudadanía se moviliza, y todos los partidos saben respetarlos. Personalmente, creo que la apuesta a la democracia directa no funciona salvo en casos muy puntuales.
¿Qué posibilidades ve de un triunfo de Milei en Argentina?
Creo que cada semana que pasa Javier Milei disminuye sus posibilidades de ser Presidente, porque si bien la cultura política argentina tiene simpatías naturales por el estilo populista, también existe una fuerte herencia anti-autoritaria, fruto del movimiento de derechos humanos que resistió a la última dictadura.
¿En el universo populista de América Latina, qué papel ve usted del Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, un político que habla tres horas diarias, que ataca a las instituciones, al neoliberalismo, las «élites», a los «aspiracionistas», ¿Que se compara con los liberales del siglo 19 y al mismo tiempo con Jesucristo?
Estas cuestiones no son novedosas para alguien que estudia discursos populistas. Tiene puntos de contacto con los populismos de izquierda de principios de este siglo. No soy experta en la política mexicana, pero me da la sensación de que también existen fuertes elementos institucionales históricos en México que vuelven difícil una hegemonía de nuevo cuño. Entre ellos, la imposibilidad de reelección. En todos los gobiernos populistas, la relación entre el líder saliente y su sucesor, un sucesor designado, no ha sido fácil. Veremos lo que sucede en este caso.