La exhibición, que cuenta con 2.000 metros cuadrados y se prolongará hasta el 8 de abril, ha vendido en preventa 22.000 entradas, un buen indicador en Portugal -donde la preventa no es usual- y espera superar los 200.000 espectadores, explica a Efe el promotor de la muestra en Portugal, Alvaro Covões.
El imaginario «potterhead» -como se autodenominan los seguidores de la saga- tiene un diseño «muy reconocible», manifiesta el promotor luso, y atrae a un público, en especial familias y jóvenes, que «no creció con la saga, pero la conoce», sostiene.
«No creo que vuelva a haber una saga que divierta a tantas generaciones como lo ha hecho Harry Potter», afirma el actor James Phelps, Fred Weasley en la ficción.
Junto a su hermano gemelo, Oliver (que interpreta a George) ha recalcado en que uno de los decorados expuestos que más recuerdan es el que refleja el «quidditch» (el deporte que los magos practican en escobas voladoras); «los rodajes de quidditch siempre eran los más complicados», apunta Oliver.
Los hermanos, padrinos de la exhibición desde que comenzó en 2009 en Chicago, dudan unos segundos antes de elegir qué objeto de la muestra darían a alguien y la razón.
«Daría la cabeza de dragón a un profesor que me caía mal», reconoce Oliver, «yo dejaría en la puerta de mi malhumorado vecino el esqueleto de la tumba del padre de Voldemort», confiesa entre risas su hermano, al que parece que poco separa la realidad de la ficción.
La muestra, que comienza con un profesor del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, recibe a los nuevos alumnos con el sombrero seleccionador. Aquí no entran los muggles (gente no mágica), todos deben ir a una de las cuatro casas: Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff o Slytherin.
Tras tomar el tren de vapor escarlata que lleva a los alumnos a la escuela -el Hogwart Express- la primera parada de la exhibición es la misma escuela. Sorprenden lo pequeños que son los trajes de los actores, especialmente el uniforme del primer curso de Harry Potter o incluso las túnicas de gala de la cuarta entrega.
Lo que más sorprende de todos los objetos expuestos es la atención a los detalles, cómo el terciopelo de la capa invisible cambia de color según la luz o cómo las portadas de los periódicos mágicos cuentan la actualidad de la época con su distintiva caligrafía.
Además, hay varios lugares en los que los visitantes pueden interactuar con los elementos del universo Potter; encestar una quaffle en los aros de quidditch, sentarse en el sillón gigante de Hagrid o arrancar una mandrágora chillona de su maceta.
Gracias a la banda sonora, expuesta a lo largo de todo el recorrido, el público podrá «aparecerse» fácilmente en cualquier período o lugar de la saga, así como ver en acción a la mismísima Dama Gorda o al huevo de dragón del guardabosques, que se rompe y se mueve si uno está lo suficientemente atento.
Desde el Bosque Prohibido hasta el Gran Comedor, cada rincón de la exhibición cuenta con innumerables singularidades -la figura escondida de Dobby o las diferentes caretas del malvado Voldemort- que también pueden ser explicadas a través de una audioguía.
A pesar de que la saga finalizó oficialmente con el estreno del último film en 2011, el imaginario de su autora, J.K. Rowling, pervive gracias a esta muestra, que ya ha recorrido, entre otros, Nueva york, Sydney, Singapur, Tokio, París, Shangai, Bruselas, Madrid o Milán.
Ahora, «Harry Potter, the Exhibition» llega a Portugal, el país donde vivió un tiempo la propia Rowling, en una exhibición que, al contrario que los trajes de los actores, nunca se quedará pequeña ni pasará de moda.