Dicen que la probabilidad de que te caiga un rayo es de una en un millón… Pues eso es lo que le ocurrió a Scott Knudsen, un vaquero en Texas, Estados Unidos, en 2005. Y lo más improbable de todo es que vivió para contarlo.
Scott, que es la quinta generación de una familia de rancheros, contó que, como vaquero, estaba acostumbrado a quedar a la intemperie durante tormentas eléctricas.
Sin embargo, nunca vio venir el rayo que, en pleno día de cielo azul, lo golpeó en la cabeza, a pasos de su esposa Tracey, y mientras sostenía en brazos a la pequeña hija de ambos, Hailey, quien ese día cumplía un año.
Scott, Tracey y Hailey -ahora de 19 años- hablaron con India Rakusen del programa de radio de la BBC Outlook, sobre su inusual experiencia, que cambió la vida de los tres.
«Recuerdo que mi esposa y me llamó y me dijo: ‘Tengo una sorpresa para ti, ven al granero’. Entonces manejé hasta el granero y ella estaba allí, sosteniendo a Hailey. Había lavado el tractor», recuerda Scott.
«Estábamos admirando el tractor, que estaba todo brillante y reluciente y Tracey me pasó a Hailey, así que la estaba sosteniendo con mi brazo izquierdo, y Tracey estaba a mi derecha».
«El cielo estaba azul, podías ver que a unas 15 millas (unos 24 kilómetros) estaba lloviendo, pero donde estábamos estaba soleado, y alrededor nuestro había gallinas, caballos y perros».
Tracey agrega que, si bien podían ver que había una tormenta a la distancia, «por cómo se veía el cielo encima nuestro no había una amenaza inmediata».
No obstante, de la nada sintieron «la luz más fuerte y el ruido más ensordecedor que hemos escuchado», retoma Scott.
«Impactó enfrente de Tracey, me entró por la cabeza y salió por mi mano. Estaba sosteniendo a Hailey así que el rayo rodeó su cuerpo», rememora. «Como yo estaba haciendo contacto con el suelo no le afectó, gracias a Dios, solo pasó por alrededor de su cuerpo».
«Los caballos chocaron unos con otros y por un rato todo fue un caos».
La joven, quien obviamente no recuerda nada del incidente, acota que le parece «una locura que una fuerza de semejante magnitud no haya afectado a una niña de un año», pero confirma que nunca tuvo secuelas.
En cambio, Tracey, aunque no fue golpeada directamente, sí sintió algunos efectos del relámpago.
«Podía sentir electricidad en mi nariz… Si alguna vez tocaste un interruptor de luz y sentiste un pequeño sacudón, así se sintió en mi nariz», cuenta. «Y por varios días, cuando parpadeaba, veía destellos de luz, así de fuerte fue la luz».
«Nos miramos en shock y él me preguntó: ‘¿Estás bien?’. Y le respondí: «Estoy bien, sentí electricidad pero no estoy herida… Él estaba más preocupado por mí», recuerda.
Increíblemente, después de eso la pareja retomó sus actividades como si nada.
«Seguimos adelante con nuestro día, en ese momento no sabíamos que algo estaba mal«, dice Tracey, quien recuerda que, cuando entraron a la casa, vieron que los aparatos se habían reiniciado como consecuencia del impacto del rayo.
«Creo que las endorfinas y la adrenalina se dispararon y eso cubrió lo que acababa de pasar y el dolor», analiza su marido.
«Como un zombi»
Pero los síntomas de lo que había ocurrido no tardaron en aparecer.
«A medida que avanzó el día me empezó a doler más y fue cuando empecé a sentir las quemaduras y los efectos residuales de haber sido golpeado», afirma Scott.
Cuando su mujer se fue con la bebé al pueblo a buscar la torta de cumpleaños de la pequeña para el festejo que planeaban celebrar el día siguiente, él empezó a descomponerse.